blog" /> Desde el otro lado
sábado, mayo 05, 2007,13:05
Fragmentos de recuerdos de la memoria II
Lo primero, gracias a todos por los comentarios de apoyo, de verdad (y siento no haber dado señales de vida).
Lo segundo, si no sabéis de qué va esta entrada, pasaros antes por aquí.


II

Había llegado la hora, había llegado el momento y el lugar. El tiempo lo había tragado todo y ya nada tenía demasiada importancia. Mis palabras brotaban solas y no había forma humana de evitar que lo hicieran. Todo escapó de mí por fin y corrió a refugiarse en su cuerpo, como tantas veces hiciera yo.

-Está bien… si de verdad quieres saberlo te lo contaré. Y así entenderás muchos de los porqués de las preguntas que se agolpan en tu mente y que aún no tienen respuesta para ti -le dije a sabiendas de que él no querría oír ciertas cosas que yo estaba a punto de contarle.

-Tranquila Raquel… -contestó mientras su mano amaba mudamente la mía.

David siempre había sido una persona extrañamente importante en mi vida. Habíamos sido compañeros de clase desde el instituto y casi extraños hasta cumplir los dieciséis. Ese año acabó todo lo que no había empezado con su mejor amigo, Jonathan, y yo me creí libre por fin para hacer todo aquello que siempre había deseado. Y así refulgió en mí el deseo y el placer, el alcohol y los cigarros robados a mi madre, las noches en vela y el sudor de cuerpos extraños.

Recuerdo aquella noche de noviembre con extrema exactitud, cómo de la nada se forjó un todo y el torrente de pasión juvenil que llevaba en mi cuerpo estalló y dio con él. Desde aquella lúcida noche fuimos él y yo. ¡Qué bien sonaba por aquél entonces! Pero cuántas mentiras, engaños y lágrimas me esperaban… pero cuánto dolor podía soportar una chiquilla con apenas experiencia de la vida, con apenas un par de dedos de frente.

Quizá pueda sonar algo raro, pero en esa época a veces yo me preguntaba los motivos por los que no me podían pasar a mí cosas realmente emocionantes. Sabía que él me quería y que estaba a mi lado, estaba completamente segura de que haría todo lo que yo le pidiese; que me amaba realmente y sabía, o al menos así lo creía, que todo lo que salía de sus labios: las dulces promesas, los sueños que nos tomábamos con tanta ilusión, sus besos… nunca se acabarían si yo no quería. Y fui muy feliz durante un largo tiempo porque sabía que él me esperaría y lo haría simplemente porque me amaba, porque ambos nos amábamos. Y por eso, porque tenía aquella certeza, llegué a pensar e incluso a desear el que me sucediera algo verdaderamente emocionante, como en aquellas telenovelas que veía mi madre, en donde había infidelidades, desamores y otras tantas cosas más. Me costaba creer que después de casi dos años cargados de demasiadas dificultades siguiese estando tan seguro de querer esperarme, de quererme tanto sin importarle nada ni nadie más. Sé que si hubiese sabido que aquello se convertiría en algo tan real, tan ligado a mi vida… jamás lo hubiera deseado.

-Pasase lo que pasase el que tú lo hubieras o no deseado, no influye en aquello que pasara.

-Lo sé… ahora lo sé, pero antes no estaba tan segura -contesté con un nudo en la garganta.

Lo nuestro nunca fue una relación de verdad, una relación de pareja en la que una puede confiar totalmente en su pareja. Recuerdo que hacía poco que tanto él cómo yo habíamos cumplido los dieciocho, que tanto él como yo nos habíamos jurado amor eterno. Sé que en toda relación hay discusiones, peleas, enfrentamientos… eso es lo normal, eso es la sal de la vida misma, pero es que entre David y yo apenas hubo de eso. Sólo a partir de esa semana, de la semana del fin del resto de mi vida, empezaron a ser frecuentes. En aquella semana discutimos dos veces, ¿el motivo? Yo le pregunté si había otra en su vida, si me estaba engañando. Él siempre lo negó. Lo negó todo hasta que aquel viernes al salir de clase me dijo que teníamos que hablar, que él ya no podía seguir así y que lo debíamos dejar durante algún tiempo. Me destrozó el corazón.

-Tranquila… -dijo mientras me secaba dulcemente las lágrimas con su pulgar.

Después intenté recuperarle y bueno, más o menos lo conseguí. Sí que había habido otra y siempre la habría, ese era el precio que debía pagar por estar con él, por conseguir ser feliz. Nadie me comprendió, nadie me apoyó en lo que yo creía, en aquello que yo sentía. Sólo ahora, cuando tanto tiempo ha pasado, comprendo que la gente que me rodeaba sólo me quería evitar todo dolor y sufrimiento.

-Pero Raquel, ¿cómo pudiste aceptar aquello? -me preguntó con aquella cara de incomprensión que había visto tantas veces en tantos y tantos rostros.

-No lo acepté -respondí secamente- es algo que simplemente me fue impuesto y que iba con el paquete.

-Pero…

-La vida es así -le corté-, no lo des más vueltas. Las cosas suceden como suceden y ya está. No hay que pensar demasiado en por qué hicimos lo que hicimos. Lo hicimos y hecho queda.

-Supongo que sí… -contestó pensativo.

Muchas veces quise apartarle de mi vida. Fue inútil: siempre volvíamos y con fuerzas renovadas. Cuando llegamos a la universidad, al comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas, pensé que algo podría cambiar. Pero me equivoqué de nuevo, como tantas otras veces. Por aquella época yo sabía que aún se veía con la otra, bueno… quizá la otra fuera yo, pero a esas alturas esos matices ya no me importaban demasiado. Pero es que también me enteré de que se veía al menos con otra chica algunas veces. «Es sólo una amiga, no pienses cosas raras», me mintió como tantas otras veces, como siempre. Incluso cuando los vi juntos en su coche, sonriéndole con esa mirada que sólo una mujer puede captar en otra, él me lo negó todo. Me echaba en cara tu presencia y la de algunos otros buenos amigos que yo tenía. Yo lo único que quería era estar con él, me daba igual todo lo demás. Y por eso renuncié a discutir de nuevo, a volver a gritarle, a volver a llorar y a permanecer empapada en llanto toda la noche. Y la verdad es que cada nueva discusión que teníamos era más fuerte que la anterior y yo aquello empezaba a no poderlo soportar.

-¿Pero por qué motivo no me dijiste nada? Quizá yo te hubiera podido ayudar…

-No creo que hubiera servido de nada. Y además, todas las personas que lo sabían y que habían intentado ayudarme acabaron saliendo de mi vida. Y yo no quería que eso pasara contigo -le contesté.

-¿Y por qué no? -me interrogó de nuevo.

-Porque tú eras distinto a todos. Siempre lo has sido -le sonreí.

-Tú también lo eras, lo sigues siendo y espero que siempre sea así -me contestó con otra sonrisa.

Recuerdo aquella oscura y lluviosa tarde de febrero, el día de la gran discusión y de todo lo demás. Él y yo habíamos quedado, «tenemos que hablar», fue lo primero que de sus amargos labios salió al descolgarle el teléfono. Llegué tarde, como siempre, y le vi de pie, empapado y con un cigarro a medio consumir en sus labios. Ni si quiera me saludó, empezó a hablar sin mirarme a los ojos, sin dedicarme una de sus sonrisas. Se iba: se iba de la ciudad, dejaba la universidad... se iba de mi vida. Había encontrado un trabajo en alguna otra ciudad y se marchaba con la otra. Se iba de mi lado, se iba para siempre. Le lloré que no lo hiciera, que se quedase por mí, por todo aquello que habíamos estado construyendo juntos. «Lo intentamos pero simplemente no funcionó», fue lo que me dijo. En ese momento alzó la cabeza, se despojó del cigarro que acabó en el mojado suelo y vi cómo lo poco que quedaba de él se ensombrecía y se pudría en el suelo, se oscurecía y desaparecía en la lluvia. Y cuando volví la cabeza para decirle algo ya no estaba frente a mí, se alejaba y sólo su espalda, sus roídos vaqueros y su característico caminar quedaban. No corrí, no grité, no fui tras él como tantas otras veces. Me quedé parada en la lluvia aportando lágrimas a la tierra mientras veía cómo se iba alejando y haciéndose más y más pequeño hasta que, allá a lo lejos, se subió a un coche, me iluminó el rostro y desapareció de mi lado.

-Y entonces fue cuando yo te encontré, ¿verdad? -me preguntó con melancolía.

-Sí… fue cuando me salvaste del abismo y la locura -contesté muy despacio.

No sé el tiempo que me quedé paralizada bajo la lluvia, que estuve sin aliento y sin corazón. Empecé a caminar sin rumbo ni dirección fijos, hasta que de pronto acabé en la zona universitaria y recordé que tú tenías un examen aquella tarde. Recordaba haberte oído decir algo sobre las metáforas de algún poeta andaluz y supuse que el examen sería de literatura. Miré en el tablón de los exámenes, busqué el aula en que deberías estar y te esperé muy quieta sentada en la escalera, esperando ser rescatada, esperando a que fueras tú el que me rescatara.

-Debiste decirme algo -dijo-, en aquel momento no tenía ni la menor idea de lo que estabas pasando…

-Bueno... pero ahora ya lo sabes.

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Escrito por bydiox
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8 Comentarios:


  • Escrito a las 5/5/07 19:01, Anonymous Anónimo

    Cuando el torbellino pasa, vislumbre de autenticidad emerge a flotación, los accidentes de desamor, las palabras dejar de lado por un extraño que se evapora...
    Relato demasía existente a las circunstancias de algun@s conocidos franqueado el momento-el instante :> un saludin y otro saludin buen contexto hombre me quede atraída en el contenido vale.

     
  • Escrito a las 6/5/07 19:50, Anonymous Anónimo

    La manera de sus escritos son meritorios de leerlo dan deleite que individuos disfruten ese talento que ponen en un escrito.

     
  • Escrito a las 7/5/07 01:28, Anonymous Anónimo

    Me antojaba saludaros un radiante día a individuos y un radiante hacia su venerado poblado

     
  • Escrito a las 7/5/07 11:38, Blogger Beatrix Kidoo

    Cosas que pasan... mi compañera de piso estubo 2 años con dos novios, uno el de toda la vida, otro que era su alma gemela, totalmente consentido por las tres partes. Al final una locura, acabó como el rosario de la aurora.
    Éstas cosas pocas veces salen bien..

    BESOSONRISA

     
  • Escrito a las 7/5/07 16:27, Anonymous Anónimo

    Gracias por pasar por el M.I.V.! Te felicito por tu blog.

    Saludos porteños!

     
  • Escrito a las 7/5/07 18:29, Blogger Vincent Vega

    Muchas gracias por visitar y comentar alalkas y el video 7 Erasmus.

    Tengo aproximadamente tu edad y también una de mis aficiones es escribir pequeños relatos.

    Leyendo un poco las historias que cuelgas en el blog creo que te pasa como a mi, que tenemos tan clarísimamente una idea en la cabeza y nos parece tan "maravillosa" que empezamos a escribir y transcurridas unas líneas ya la hemos contado, ya se ha acabado, ya está obsoleta y muerta.

    A veces me da pena no llegar más allá, no poder escribir cientos y cientos de líneas, muchas de ellas vacías, y poder hacer una novela o algo parecido. Otras, me maravilla tener tiempo para contar muchas cosas, aunque sean cortas. La verdad es que nunca sé si lo que hago no es más extenso porque no tengo tiempo, o porque lo bueno, si breve...

    El tiempo dirá qué somos, si poetas, cuentacuentos, novelistas... o nada. En todo caso de alguna manera hay que sacar esta imaginación, ¿no?

    Ya me dirás si he acertado...

     
  • Escrito a las 8/5/07 12:55, Anonymous Anónimo

    ¡Hola! "silencio" es bonita, sí.
    no apadrinarías una palabra en el 20 minutos? allí leí lo de la iniciativa.

    un beso silencioso, me pasaré por tu blog de vez en cuando, ya q ahora mismo no puedo echarle un vistazo y voy a quedarme con las ganas :S

     
  • Escrito a las 9/5/07 05:59, Blogger kurtosis

    Pasando soy amante a la lectura y libros particularidad cuentos con leyendas mezcladas.Me inicio en el blog espero mi visites
    atte.
    kurtosis